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lunes, 29 de agosto de 2011

¿Qué hay adentro?

Esta inadecuación de la mujer latinoamericana a la visualidad de género  occidental también es el tema de la obra “Nuestra Señora cuyos ojos se están abriendo” , realizada en los años 80 por la artista mexicana Mónica Mayer.  Frente al poder seductor y actual de la imagen de la Virgen, Mayer  realiza una incisiva arqueología, no sólo histórica sino visual y mítica. ¿Qué hay en el fondo  de aquellos pesados y opacos vestidos marianos? Una pregunta que no alude a matices dogmáticos ni teológicos, sino que abre un actual debate cultural y de género.
En nuestra entrevista, Mayer me contó cómo se empezó a interesar por la figura de María sólo cuando viajó  a Estados Unidos en los años 70. Al llegar a Los Ángeles a estudiar en el mítico Woman s Building dirigido por Judy Chicago, encontró una ciudad efervescente donde el movimiento y las preguntas feministas estaban a la orden del día. También las iconoclastias. Sin embargo, paradójicamente, las artistas estadounidenses estaban entonces también subyugadas por  el  poderoso imán visual de la imagen de la Virgen. La llamaban con admiración “The Goddess” y la consideraban un símbolo poderoso a la hora de reivindicar  lo femenino.   “Por supuesto que no podía estar de acuerdo –cuenta Mayer-. Para mí la imagen de la Virgen,  era, al contrario, el símbolo de la mujer sumisa, abnegada y dominada”.
 De este choque de imaginarios alrededor de un mismo referente surgió “Nuestra Señora cuyos ojos se están abriendo”. La respuesta visual de Mayer se da a partir de una estrategia  visual, de la apropiación de un símbolo,  la separación de  su significado original, su reinserción en otro contexto y  la sacudida irreverente de su iconografía.  Para la artista, debajo de los vestidos estaba la clave de un ordenamiento político, social y cultural que se expresaba, precisamente, en los límites de los cuerpos masculinos y femeninos.
Hagamos por nuestra parte otro poco de arqueología y traigamos aquí una imagen a la que no se refirieron ni las artistas de Los Ángeles ni Mayer, pero en la que pensé inmediatamente cuando conocí su obra.
El  contorno cónico de las sólidas vírgenes medievales  fue asimilado en algunas imágenes coloniales  a la silueta de una montaña, la cual investigadores como Teresa Gisbert [1] consideran que representaba  también a la Pachamama, la principal  divinidad femenina y telúrica de los Incas. Este fascinante sincretismo de formas, iconografías, deidades  se puede ver claramente en una pintura  como “La Virgen María y el Cerro Rico de Potosí” , donde mujer, virgen, tierra y montaña se vuelven una sola cosa. En este sentido, tendría entonces razón la lectura exaltada que hacían las artistas de Los Ángeles de la Virgen como el símbolo de una fuerza femenina, poderosa, ancestral, telúrica, con la que se podía combatir las invisibilizaciones de lo femenino en la historia de la humanidad en general y en la del arte en particular. Así, la imagen de la Virgen, puede ser considerada como un caballo de Troya que desestabiliza  desde dentro  el androcentrismo  del cristianismo y la iconografía colonial. La figura mariana se pondría en contacto directo con el pensamiento prehispánico, y de ser la madre de Dios, personaje subsidiario del relato bíblico, pasaría a ser una potente y autónoma Diosa femenina encarnada en un cuerpo-tierra.
"La Virgen María y el Cerro Rico de Potosí", Bolivia (S XVIII).

"Nuestra Señora cuyos ojos se están abriendo". Mónica Mayer (Mex) 
 
Sin embargo, la ambigüedad de la imagen permite que Mayer vea otra cosa. En su apropiación le tuerce el pescuezo a esta interpretación  positiva  y funde la característica silueta piramidal de “Nuestra Señora”  con el también muy característico contorno del falo, obsesión de los debates feministas de  aquellos  años. El ícono mariano, en esta obran os dice con  ironía Mayer, emerge, se alimenta y reposa  en  un sistema y una lógica patriarcal.
 Los vestidos sacros -realizados con una exuberante decoración barroca con algo también de la alucinante geometría indígena-  que cubren el cuerpo de la Virgen representan el ocultamiento y la dominación cultural  del cuerpo  femenino. Bajo esta mirada, el cuerpo  de la mujer  que obviaba la anatomía piadosa emerge desnudo y pleno en "Nuestra Señora de la Sumisión", de esta misma serie de Mayer. Allí forcejea con el orden fálico, representado por el órgano sexual masculino, el cual aunque el pensamiento religioso y su iconografía también invisibilizaban, en el fondo organizaba simbólicamente estos imaginarios. ¿Si María, lo femenino por antonomasia del orden cristiano está absorbida radicalmente por  un símbolo masculino, dónde está la mujer? Volvemos a los terrenos de los espejos sin imágenes, a los vacíos, a los huecos, a las indecibilidades e irrepresentabilidades. Aquí el espacio de la mujer es negativo.

En este planteamiento visual de Mayer los mantos no ocultan más, las cartas están sobre la mesa, y los cuerpos se reescriben con otros énfasis, instaurando desde ellos  otros órdenes simbólicos.
"Nuestra Señora de la Sumisión". Mónica Mayer (Mex) 

Según la imagen de Mayer,  sólo destruyendo este contorno fálico, que es una cárcel y un límite, se podrá  “abrir los ojos” a una nueva feminidad y corporalidad, a un espacio positivo femenino. Esta imagen está construida  como un relato épico que nos habla del inflamado contexto histórico en el que fue realizada y de los términos del debate feminista de la época. La narración  sólo podía terminar con la ascensión violenta y espectacular de un cuerpo femenino planteado aquí en las antípodas del masculino, en una oposición binaria radical y donde parece que uno sólo puede existir a expensas del otro. Y ahora,  según esta nueva Señora,  habría llegado  el tiempo de la mujer.  

La ambigüedad del símbolo da para una y otra interpretación sin agotar de ninguna  manera su significando ni cerrar su capacidad de interrogarnos.


[1] RISHEL, compilador. Revelaciones (Catálogo). Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 2000, p 453