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Cuerpo político de la Virgen

Más que una  lectura de género del cuerpo femenino detrás de los mantos patriarcales de la virgen, como  se ha visto en este sobrevuelo por las obra de algunas artistas mexicanas,  encontramos en el arte modernista y contemporáneo de Colombia una reflexión acerca  de la Virgen como el cuerpo político fallido del país.
Como veíamos, la virgen María instauró la geografía americana y creó sus territorios nacionales. Cuando La  Asunción llegó a nuestro continente venía de inventar a España, Guadalupe engendró a México, Chiquinquirá tejió a la Nueva Granada, aunque no tan exclusivamente como aquellas. El territorio colombiano se reparte más democráticamente entre centenares de advocaciones. En todo caso, el cuerpo político de Cristo y el cuerpo político de María instauraron simbólicamente un orden social en los cuerpos reales de  los terrenos recién descubiertos, unificaron  la dispersión de los indios, los negros, los españoles y los criollos bajo un imperio central, monárquico, jerárquico y colonial. Este estado de las cosas duró hasta el siglo XIX.
Colombia es una nación cuyo proceso de secularización continúa inconcluso[1]. Cuando el Estado intentó constituirse como eje estructurador de su vida social, gran aspiración de la modernidad, debió enfrentarse a un sistema teocrático que no concebía otro eje estructurante de la Nación que el de la Iglesia como extensión del poder de Dios en la tierra y cuyos símbolos eran el cuerpo de Cristo y el Cuerpo de María.
Ante la caída de los referentes religiosos en Colombia, no se logró crear un nuevo sistema simbólico de contenidos laicos, ni que la política realizara la función integradora que antes del proceso secularizador cumplía la religión. No se han formado nuevos espacios donde  la vida social y política se pueda desacralizar, sino que en nuestra vida política siguen funcionando “los principios sagrados, totalizadores, ideologizados que se expresan a través de un lenguaje hecho de valores, de principios, donde el discurso toma dimensiones míticas”[2]. Debido a este proceso de secularización incompleto, que ha terminado con unos referentes pero ha sido incapaz de construir unos nuevos, en Colombia se siguen utilizando las antiguas formas gramaticales sacras, aunque sus enunciados estén vacíos o hayan sido llenados con otros contenidos.  
Por eso ante el desorden social del siglo XIX, las guerras partidistas de mediados del siglo XX, y los enfrentamientos entre ejército, guerrillas, paramilitares, narcotraficantes y bandas criminales de la actualidad se vuelve a acudir a la figura de la Virgen para que reinstale la armonía social perdida. Sin embargo este cuerpo simbólico parece incapaz de asumir este rol restaurador y se muestra impotente en las obras de Débora Arango,  Ethel Gilmour y Beatriz González. El cuerpo femenino simbólico al que se le delegó en los tiempos de la colonia la obligación de ser un cuerpo conciliador, unificador, restaurador  y regenerador no puede cumplir más sus preceptos. Incapaz de devolver la paz y la armonía, el cuerpo mariano se rinde en esta nueva iconografía.


[1] El  análisis del proceso trunco de secularización del Estado colombiano ha sido tomado de BLAIR Trujilo, Elsa. “La imagen del enemigo: ¿un nuevo imaginario social?”, en:  Estudios Políticos (Medellín) No. 06, Jul. 1995, p. 49. Una primera versión de este texto la realicé para “De la anatomía piadosa a la anatomía política”, Medellín 2009.
[2] BLAIR, Elsa (1995), p. 58.