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La mujer y el esperpejo

Gratia Plena. Beatriz González. Colombia
Siguiendo con el tema del modelo pictográfico y la copia carnal, el arquetipo plástico y las imitaciones corporales volvamos al espejo mariano de la colombiana Beatriz González.  En este espejo donde estaba petrificada la imagen de la Virgen María veíamos  el conflicto en el que la mujer latinoamericana aparecía vencida ante  modelos culturales inalcanzables[1]. La mujer que se sentara al frente debía enfrentarse a las imágenes ejemplares que la visualidad occidental ha construido para ella. Sin embargo, la imagen del espejo no es nítida. Porque esta Madonna no es literalmente la que pintó Rafael, sino un reflejo oblicuo, sucio, deformado de aquel ideal de cuerpo renacentista. Se trata de una reproducción apócrifa, deforme. María no nos hipnotiza con sus ojos sino que se le pierden erráticamente quién sabe dónde, la clara luz que moldea su misterio beatífico no está, el suave abrazo materno se ha convertido en un garfio, el armónico movimiento de los cuerpos de la obra original se ha congelado en una difícil contorsión, la dulce expresión facial ahora es una mueca, la belleza de los cuerpos renacentistas se ha disuelto en estos esperpentos locales. Pero es precisamente esa inadecuación la que parece determinar la  identidad de la mujer contemporánea latinoamericana. Ella está en ese abismo insuperable entre el modelo, la copia, y la mujer de carne y hueso que apenas tienen un lugar de encuentro. Habita en la incapacidad de los estereotipos, en los pies de barro de sus ídolos, en el ocaso de los cuerpos ejemplares.  Esta mujer se ha construido en su incapacidad para responder a las exigencias del cuerpo ejemplar. Todas estas muecas, máscaras del ideal, luchando por encajar en modelos que las expulsan, forcejeando por hallar su imagen en un espejo petrificado, nos hablan profunda e inéditamente de la concepción de género de la artista y de la particular guerra de imágenes sobre los cuerpos femeninos en la cultura y mentalidad latinoamericana.


[1] Publiqué una versión inicial de este texto en el libro “Cuerpo de Mujer: Modelo para Armar”. Medellín, La Carreta, 2010, p 140.