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lunes, 18 de julio de 2011

A este lado del espejo

Volvamos adonde empezamos, a las mujeres y los espejos en algunas obras colombianas.

Hablamos del de la coqueta de Botero en la plaza de las esculturas de Medellín. Un espejo androcéntrico, sellado, ficticio, que no reflejaba nada http://anatomiacomparadacolmexx.blogspot.com/2011/05/mirala-cuando-se-mira.html





Foto: SAGE
 


También convocamos al espejo de la "Vitrina" de la performer María Teresa Hincapié, un vidrio transparente atravesado y empañado por todos los discursos sociales sobre el cuerpo de la mujer http://anatomiacomparadacolmexx.blogspot.com/2011/05/mira-lo-que-me-mira.html



En el supermercado de las imágenes latinoamericanas también tenemos esta reproducción metastásica de espejos, reflejos e imágenes devaluadas de un documental sobre la obra de Diego Rivera: la mujer siguiendo las instrucciones del artista se mira en un espejo aunque lo que Rivera pinta es lo que él ve, lo que el reflejo de la mujer representa para él y no para ella misma.




Hay otro espejo al que podemos mirar, la Gratia Plena de la colombiana Beatriz González:

En el libro "Cuerpo de mujer" escribí acerca de esta  paródica y cargada imagen:

"Hay un objeto realizado por Beatriz González que pone  en la escena el conflicto en el que la mujer latinoamericana parece atrapada en modelos inalcanzables. Se trata de un tocador, un mueble cubista, el cual en lugar de tener un espejo dispuesto a tomar la forma de quien se le pare en frente, tiene en su lugar  una imagen petrificada a la que deberá amoldarse la mujer que quiera buscar allí su reflejo. La imagen es la del cuerpo ejemplar femenino por antonomasia: el de la Virgen María con el Niño Jesús en brazos. Se trata de una reproducción sobre una lámina de metal de La Virgen de la Silla de Rafael, una obra de formato redondo (tondo) que aquí remplaza los espejos con esta forma que suelen llevar este tipo de muebles. La mujer que se siente en el banco de terciopelo que la artista le instaló al frente no podrá bucear allí en su propia identidad. O para hacerlo deberá atravesar el espiral de imágenes ejemplares que el arte occidental ha construido para ella". 





El contracampo de este espejo de Beatriz González  muy bien podría ser el de esta Inmaculada de Francisco Rizi (Museo del Prado). Unos angeles cargan un espejo donde se refleja la virgen. Imaginemos una sucesión de ellos donde la imagen de la virgen se refleja una y otra vez en una infinita espiral. Recorramos este sinuoso e intrincado laberinto del imaginario mariano colonial, esa sobrerrepresentación de vírgenes, madonas, santas, que nos asaltan desde sus iglesias y museos. Esa cascada de cuerpos femeninos caídos desde los cielos europeos sobre este Nuevo Mundo para dejar muy claro lo que de ahora en adelante iba a entenderse por "cuerpo de mujer". Una lluvia de imágenes construida por el imaginario masculino, por el poder patriarcal, por el ojo androcéntrico occidental, el cual en este tiempo y lugar construyó uno de los panteones femeninos más prolíficos y abundantes de toda la historia del arte. Aunque paradójicamente, el espejo nunca fue de ellas.

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