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lunes, 5 de septiembre de 2011

Y la Virgen de Giotto lloró en Medellín



Virgen de Giotto en Medellín. Ethel Gilmour. 2000 (Colombia). MAM


La Virgen de Giotto quien visitó nuestras montañas ensangrentadas  llegó aquí  gracias a una estrategia de nomadismo, hibridación,  contaminación y espejismos contemporáneos realizados por la artista colombo-estadounidense Ethel Gilmour (Ohio 1940-Medellín 2008).  Esta imagen nació de su libertad y  fascinación por los lenguajes hechos, los cuales retomaba para fabricar enunciados actuales.
La artista arrancó esta imagen de Padua,  su contexto geográfico; de su tiempo,  las postrimerías medievales; de su función, una imagen inscrita en un culto religioso; de su formato y su técnica original, un fresco pre-renacentista. Editó la figura, tomó sólo lo que le interesaba, la extrajo y la implantó en otro contexto: la montañosa  y desangrada Medellín de los 2000. La pintó como un óleo pequeño, el cual quedó guardado con su comentario amargo en las entrañas  del Museo de Arte Moderno. Pero la cosa no terminó allí. Ocho años después  Libardo Ruiz, un realizador de carteles publicitarios y cinematográficos, la reprodujo en grandes dimensiones sobre una pared. Así,  esta pintura que en sus inicios había sido un fresco y luego había pasado al óleo, volvió a convertirse en un mural, sólo que en este caso realizado en aerógrafo y en un contexto totalmente ajeno: la pared del apacible restaurante de una ciudad latinoamericana que no lo es tanto.  
Allí, la aureolada virgen de Giotto, en esta especie de teléfono roto visual, de espejo oblicuo y empañado, vuelve a su monumentalidad. Se erige sobre unas montañas donde explotan bombas, sobre unas casitas y torres de iglesias pintadas con trazos infantiles, y  unos cuerpos esquemáticos e ingenuos, que vociferan y levantan las manos al cielo hasta que uno de ellos cae de bruces sobre el cemento gris. La Virgen, cuya aureola gigante parece ser el sol que ya no alumbra este poblado apocalíptico, no puede hacer nada,  a no ser repetir su desagarrado y retórico gesto milenario. Su hijo sacrificado ya no es Jesús, sino todos aquellos que mueren en serie bajo su impotente manto negro que ya no puede cubrir a sus fieles.
El contraste entre ese cuerpo clásico, volumétrico, definido en la parte superior, y simbolizado por los códigos de la anatomía piadosa http://anatomiacomparadacolmexx.blogspot.com/2011/07/cuerpos-en-pendiente-anatomia-de-una.html, y las figuras naif  y esquemáticas de la parte inferior, simbolizadas por la anatomía del cuerpo violentado de la guerra, marcan dos registros. En el primero está  el cielo, lo espiritual,  la religión, la historia, la cultura, el gran arte de grandes maneras. El cuerpo ejemplar mariano instaurado desde la Colonia como la garantía del orden social y político de América. En el segundo, en el inferior, está el infierno en la tierra, lo prosaico, lo político, lo contaminado, lo caído, lo inestable, lo  popular. Pero si en la iconografía de las Asunciones, ella podía conjurar el caos con una patadita divina sobre la cabeza de la serpiente maligna,   http://anatomiacomparadacolmexx.blogspot.com/2011/07/maria-tus-pies-anatomia-de-una-virgen1.html en la Medellín del tercer milenio la Virgen de Giotto no puede hacer absolutamente nada. El cielo ya no se conecta con la tierra, tampoco los cuerpos divinos con los terrenales. El cuerpo de arriba que ordenaba lo de abajo ha sido expulsado. La corporalidad mariana ya no simboliza la unión de una sociedad heteróclita y tensa como en la Colonia, sino que nos habla de la irremediable fragmentación del estado colombiano sobre la que no puede posar ahora sus otrora pies congregadores.
Ver también Ethel y la virgen

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